Acerca de la personalidad que el gobernante principal debía observar

Dr. Rafael E. Villaseñor M.

breves del ceicum

Cuando moría el hueytlatoani, el gobernante principal en el pueblo mexica (los aztecas), se erigía otro que era seleccionado dentro de la nobleza, después de lo cual los sacerdotes hacían una serie de plegarias dirigidas a su deidad principal. Si analizamos los textos que nos refieren estos hechos, podemos observar algunos aspectos acerca de la personalidad de dichos gobernantes, y por lo tanto lo que se esperaba de ellos. A continuación se muestra un fragmento de esas plegarias y lo que ahí se declaraba, que sirve como ejemplo de la riqueza cultural y de la honorabilidad de los pobladores originarios de estas tierras, cuyos descendientes aún viven entre nosotros.

 

Historia general de las cosas de la Nueva España, libro 6º, capítulo IV

Del lenguaje y devoción al rezar al dios principal llamado Tezcatlipoca, Teyocoyani, Teimatini, principal proveedor de las cosas necesarias, orando para que el señor recien electo hiciese bien su trabajo. Es la oración de los sacerdotes y contiene decretos delicados.

"Hoy, día feliz, ha salido el Sol; nos ha alumbrado y nos ha dado su resplandor, hoy ha nacido una piedra preciosa, un precioso zafiro. Nos ha dado una nueva llama; ha llegado una nueva claridad; nos ha dado un hacha resplandeciente que ha de regir y gobernar nuestro pueblo, y que ha de ser responsable de los negocios y trabajos de nuestro reino. Ha de ser imagen y representante de los señores y gobernadores que han muerto, los cuales trabajaron y llevaron a cuestas los padecimientos de tu gente y que tuvieron la dignidad de tener este trono, que es la principal dignidad de tu pueblo, tu provincia y tu reino, la cual obtuvieron y poseyeron en tu nombre y tu persona. Ya se han ido, ya no son de esta vida y dejaron la responsabilidad que llevaron a cuestas, responsabilidad de gran peso y agobio y que pocos la pueden tolerar. Hoy estamos maravillados de cómo has puesto tus ojos en este hombre ordinario y de poco saber para que durante algún tiempo lleve el gobierno de tu república, de tu pueblo, provincia o reino.

¡Oh, señor nuestro humanísimo! ¿Tienes, acaso, pocos amigos? No, tienes tantos que no se pueden contar. Y esta persona ordinaria, ¿cómo te has fijado en él? ¿Es acaso por error, o por no conocerlo, es acaso durante un tiempo en lo que buscas a alguien mejor que este ordinario e inoportuno hombre, sin provecho que vive en este mundo por demás? Finalmente damos gracias a su majestad por el privilegio que nos has dado, y lo que con esto pretendes, sólo tú lo sabes. Por fortuna ya está prevenido de este oficio. Hágase tu voluntad según la determinación de tu corazón. Por fortuna algunos días te servirá, aunque deficientemente, en este oficio, o quizá dará inquietudes y sobresaltos, o quizá hará las cosas sin consejo y sin consideración, o quizá, creyéndose merecedor de esta dignidad, pensará que permanecerá en ella mucho tiempo, o quizá se le hará irreal, o quizá esta dignidad, que su majestad le ha dado, lo volverá soberbio y arrogante y despreciará a todos, o quizá será ostentoso y opulento.

Su majestad sabe desde hoy hacia dónde se dirigirá, porque nosotros los hombres somos tu espectáculo o el teatro que te hace reír y te divierte. Quizá perderá su honorabilidad por sus niñerías, o por su descuido y pereza, sin embargo nada se esconde a tus ojos, porque tu vista penetra las piedras y maderos, y también tu oído. O quizá perderá [honorabilidad] por la arrogancia y soberbia de sus pensamientos, y por todo esto lo llevarás al muladar y lo arrojarás en el estiércol, y su castigo será la ceguera e invalidez y extrema pobreza hasta el día de su muerte en donde lo pondrás debajo de tus pies. Así que este hombre está en peligro y en riesgo, te suplico a ti que eres nuestro Señor defensor, invisible e impalpable, por cuya virtud vivimos bajo tu voluntad y decisión, y que tú dispones y proporcionas de todo, que tengas misericordia con este hombre necesitado que es tu servidor y súbdito, quien está ciego, que le compartas de tu luz y resplandor, para que sepa lo que tiene que hacer, cómo tiene que obrar y qué camino debe recorrer para no equivocarse en su trabajo, según tu voluntad."

Al leer el texto podemos notar cómo en el primer párrafo se hace notar que el gobernante es el representante de la deidad, cuando dice respecto de la posición alcanzada como tal, “la cual obtuvieron y poseyeron en tu nombre y tu persona”. Nótese que a pesar de que los elegidos eran miembros de la nobleza, los sacerdotes los identifican, ante su dios, como “hombre ordinario y de poco saber… ordinario e inoportuno hombre, sin provecho que vive en este mundo por demás”, con lo que se le hace notar que debe comportarse de manera humilde y no arrogante ni soberbia. De hecho, en el segundo párrafo previene en contra de comportarse de esa manera una vez que el individuo asuma el trono, pues al final menciona que “quizá esta dignidad, que su majestad le ha dado, lo volverá soberbio y arrogante y despreciará a todos, o quizá será ostentoso y opulento”. Finalmente, en el tercer párrafo señala las consecuencias de tener un comportamiento poco honorable, soberbio y arrogante, pues dice que “lo llevarás al muladar y lo arrojarás en el estiércol, y su castigo será la ceguera e invalidez y extrema pobreza hasta el día de su muerte”. Vemos así cómo el pueblo mexica, previo a la llegada de los europeos, tenía elevados estándares para sus gobernantes y en caso de que éstos fallaran o manifestaran un comportamiento inapropiado, serían severamente castigados. ¡Buen ejemplo para los gobernantes de la actualidad!

 

Ref. bibliográfica:

Sahagún, Fray Bernardino de, Libro 6º, capítulo IV, en Historia General de las Cosas de Nueva España, 3ª ed, 2da reimpresión, Vol. II, conaculta, Josefina García Quintana y Alfredo López Austin est. introd., México, 2002 (Cien de México), pp. 489-492.

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